*Fragmentos
del libro “El territorio freudiano y la
psicofarmacología”, Editorial
Paidós, Colección Psicología Profunda,
Buenos Aires, año 2000.
EL PROYECTO FREUDIANO
El “Proyecto de psicología”(1) inaugura
un intento de respuesta al enigma que Freud se plantea.
Interrogación vinculada a esa misteriosa caja
negra que es la mente humana, dentro de la cual se desarrolla
la transformación de lo cuantitativo en un orden
de cualidad. Cualidad que será conceptualizada
en sus futuros desarrollos teóricos, ubicada
en diferentes niveles tópicos y en determinadas
circulaciones económicas.
Entre el “Proyecto” y “La interpretación
de los sueños” (2) muere el padre de Freud
y comienza su autoanálisis. Momento crucial y
corte, cuya consecuencia será que el orden de
lo neurológico y su aparato queden relegados.
La “pérdida” de esta máquina
material, promueve el desarrollo de las investigaciones
freudianas, en un ámbito que trasciende lo concreto.
Aquí nace lo psíquico que reviste y envuelve
los circuitos neuronales, pero que al mismo tiempo,
es sostenido por ellos. Mundo “virtual”
que se origina y complejiza, en la medida en que las
redes neuronales trabajen sin hacerse oír. El
silencio de la máquina garantiza la vida fantasmática,
el sueño, el recuerdo, la metáfora y un
cuerpo, que ya no es organismo sino símbolo.
Se constituye lo erógeno, como un mapa, que hace
perder el territorio material de lo biológico.
Tanto en relación a la construcción de
la teoría psicoanalítica, como a la progresiva
edificación del aparato psíquico una necesariedad
se impone: el pasaje del orden de lo biológico
al de la subjetividad.
La cantidad se reduce, en la medida que avanza la teorización.
Alejamiento progresivo de un cuerpo en su realidad material,
que da lugar al orden virtual del deseo. En este último,
la puesta en juego de circuito representacional, constituye
la tramitación imaginaria de procesos cuantitativos.
La neurosis escenifica el recubrimiento de lo biológico;
el síntoma muestra la transmudación cualitativa.
En ese aparato neuronal que debió “perderse”
para que nazca el psicoanálisis, Freud plantea
dos ideas rectoras:
1) Concebir lo que diferencia la actividad del reposo
como una Q (cantidad), sometida a la ley general del
movimiento, y
2) Suponer como partículas materiales las neuronas
(1).
La cantidad recorre la neurona y pasa de una a otra.
El circuito de transmisión energética
tiene un objetivo. Este remite al permanente intento
del sistema neuronal de desprenderse de la excitación
que ha ingresado a través del estímulo.
He aquí el postulado que sirve de base a sus
desarrollos: el principio de inercia. Este principio
enuncia que las neuronas procuran aliviarse de la cantidad.
Movimiento de descarga que constituye la función
primaria de los sistemas de neuronas.
Pero este principio es quebrantado por los estímulos
endógenos que, al igual que los exógenos,
deben ser descargados. Por las grandes necesidades internas,
el sistema se ve forzado a resignar la tendencia original
al nivel cero.
El hambre, la sexualidad, solo cesan a partir de una
“acción específica”. En este
caso la descarga abrupta sería inútil.
Por lo tanto, el aparato necesitará otros recursos
para cancelar el apremio de la vida y para defenderse
de cualquier acrecentamiento de cantidad. Función
secundaria del sistema que requiere un acopio energético
para permitir la “acción”.
El principio de inercia se expresa como una corriente
continua de excitación que circula a través
de las neuronas y busca la descarga. La función
secundaria, demanda almacenamiento de cantidad. Esta
última se logra a partir de la existencia de
resistencias que se oponen a la expulsión energética
y que se ubican en los contactos neuronales. Freud les
atribuye el valor de barreras. Ubicadas en el espacio
interneuronal, se consitituyen en obstáculo a
la transmisión de energía. “Este
obstáculo implica que un cierto monto energético
no puede transferirse a la neurona siguiente y queda
como reserva” (3). Las funciones primaria y secundaria
determinan una diferenciación dentro del protoplasma,
que da lugar a la clasificación neuronal.
Freud distingue aquellas neuronas que se mantienen inalterables
frente a las excitación y, por lo tanto, están
siempre frescas para recibir nuevos estímulos,
de aquellas otras que son influídas duraderamente
por la cantidad. Las primeras, llamadas pasaderas (Δ),
dejan pasar la excitación. No poseen barreras
de contacto, no operan resistencia, no retienen nada.
Las segundas no-pasaderas (y) poseen barreras de contacto
y esto establece que la cantidad sólo con dificultad
o parcialmente pueda pasar por ellas. Aquejadas de resistencia
y retenedoras de cantidad, portan la memoria y los procesos
psíquicos en general. Tras cada excitación
se modifican respecto a su estado anterior al pasaje.
La descripción precedente es una apretada síntesis
que intenta dar cuenta de los elementos centrales del
trabajo sobre neurología, desarrollado por Freud.
Finalmente él mismo archiva el Proyecto, en el
afán de dejar de lado el orden de materialidad
que el escrito porta. De hecho lo trasciende, dedicándose
a la observación e investigación del orden
virtual de la vida psíquica.
Sin embargo, el Proyecto constituye una sólida
infraestructura sobre la que se apoyará más
adelante, el edificio metapsicológico.
El aparato neuronal es abandonado por Freud, pero la
“caja negra” neurobiológica siguió
sus derroteros a lo largo del siglo XX. Logró
poner en juego desarrollos más y más sofisticados
respecto de las neuronas y los procesos de transmisión
entre ellas.
¿Qué conocimientos existen hoy, respecto
de los dos principios rectores (neuronas y cantidad)
del Proyecto?.
NEURONAS Y NEUROTRANSMISIÓN
En 1906 Camillo Golgi y Ramón Cajal comprueban
que cada neurona mantiene una individualidad. Pueden
recibir y procesar la información, conectarse
con otras y emitir una respuesta de manera única,
contradictoria, transitoria o permanente.
Cada neurona posee: un polo de recepción informático
(dendrita); una maquinaria de procesamiento (cuerpo
neuronal y núcleo); una autopista para la conducción
de la respuesta elegida (axón) y un polo de expulsión
(botón terminal).
Sherrington acuñó el término sinapsis
(del griego , unión) para designar el lugar donde
se interconectan las neuronas.
En el espacio intersináptico, el desplazamiento
del impulso se hace por medio de transmisores. El axón
de la neurona presináptica se contacta (a través
de mediadores químicos, gaseosos o eléctricos)
con una prolongación o dendrita de otra neurona
(post-sináptica), que es la que recibe esa información
(Cuadro 1).
Cuadro
1: Botón sináptico |

|
Cada neurona propaga su información por medio
de un potencial de acción (señal eléctrica).
Este se transmite dentro de la célula, desde
sus dendritas (arborizaciones del soma), por cambios
iónicos de la membrana celular al soma, y desde
allí hasta el axón (vesículas sinápticas).
Para continuar esta propagación del impulso,
la neurona transforma el impulso eléctrico en
uno químico, liberando al espacio intersináptico
los neurotransmisores alojados en las vesículas.
Esta información es “captada” por
sitios específicos de la membrana celular (receptores)
de la neurona post- sináptica, que provocan la
despolarización eléctrica de la neurona,
para poder transmitir el impulso nuevamente a otra célula.
Dado que la amplitud del impulso es la misma, a mayor
cantidad de impulsos, habrá mayor liberación
de moléculas de las sustancias llamadas neurotransmisores.
Los neurotransmisores (ligandos) actúan sólo
en las sinapsis: las células inductoras que los
secretan se hallan en contacto directo con las células
inducidas o blanco que los reciben. Se clasifican de
acuerdo a su origen y tipo de acción.
Los neurotransmisores se caracterizan por estar presentes
en el sistema nervioso central y por tener mecanismos
propios de síntesis, almacenamiento, degradación,
recaptación e inactivación. Los más
conocidos son:
a) catecolaminas (adrenalina, noradrenalina y dopamina).
Las dos primeras son de fundamental importancia en las
reacciones de alarma, adaptación e inhibición.
La dopamina estaría relacionada con la aptitud,
la agitación y el aprendizaje. La alteración
de su síntesis o de su degradación ha
sido vinculada a los desórdenes afectivos y a
la esquizofrenia.
b) La serotonina es un modulador del sueño, de
la actividad sexual, de la conducta agresiva, del dolor,
de la saciedad alimentaria y de funciones neuroendócrinas.
Su disminución se la relaciona con la depresión
y las conductas suicidas.
c) El ácido gamma-aminobutírico (GABA):
posee una acción anticonvulsivante y miorrelajante.
La misma se debe a un aumento de la inhibición
que provoca este neurotransmisor sobre otras células
neuronales. Impide el incremento de la excitación
neuronal.
d) Los aminoácidos excitatorios (glutamato y
aspartato). Están involucrados en la memoria,
la isquemia y las crisis de epilepsia.
e) La acetilcolina: se la considera un mediador en los
procesos de tono muscular, coordinación, sueño,
ensoñaciones, memoria y aprendizaje.
La transmisión química genera potencial
sináptico excitatorio (se despolariza y se hace
más excitable) o inhibitorio (se hiperpolariza
y se torna menos excitable).
Se calcula que existen cien billones de células
nerviosas. Cada célula se contacta través
de más de 5000 sinapsis, recibiendo cada neurona
información aproximadamente de otras 1000 neuronas.
De acuerdo a este cálculo existirían 100
trillones de sinapsis cerebrales.
Las descargas de cantidad se realizan a través
de los neurotransmisores en incrementos fijos de potencial
(quantum). El quantum está almacenado en la moléculas,
que existen dentro de las vesículas presinápticas.
Las neuronas y sus sinapsis son sumamente sensibles
a la falta de glucosa y de oxígeno, así
como a cualquier sustancia tóxica.
Se pudo demostrar que el estrés puede
producir cambios permanentes que induzcan modificaciones
en los sistemas noradrenérgicos, dopaminérgicos,
acetilcolinérgicos, glutamatérgicos, así
como también en la hormona de crecimiento, el
calcio, los inmunoneuropéptidos y los glucocorticoides.
Este mecanismo puede degenerar el proceso normal de
una célula y afectar su tipificación y/o
función.(4)
FREUD Y LA NEUROBIOLOGÍA
“El psicoanálisis es a la psiquiatría,
lo que la histología a la anatomía:
ésta estudia las formas exteriores de los órganos;
aquélla, su constitución a partir de los
tejidos y las células. Es inconcebible una contradicción
entre estas dos modalidades de estudio, una de las cuales
continúa a la otra. Son entonces los psiquiatras
los que se resisten al psicoanáli-
sis, no la psiquiatría. (5)
Muchos de los conceptos desarrollados por Freud en
el Proyecto, pueden ser actualmente confirmados por
las neurociencias. La idea freudiana de unidad celular
(neurona), en comunicación con otras, a través
de un impulso, constituye hoy la base del concepto de
neurotransmisión.
En el Proyecto se describe la función primaria
del sistema neuronal (descarga a cero) como incompatible
con la satisfacción de las necesidades vitales.
Éstas pueden cumplirse a través de la
función secundaria, que requiere un acopio energético,
para permitir la realización de la “acción
específica”.
Esta acumulación cuantitativa se logra, en virtud
de las barreras ubicadas en el espacio interneuronal.
Las mismas se constituyen en obstáculo a las
transmisión energética.
Desde la neurobiología, el incremento o decremento
de la “permeabilidad” neuronal depende del
aumento o disminución de la recaptación
de los neurotransmisión, realizada por la neurona
presináptica.
La permeabilidad neuronal dependería, entonces,
de la regulación cuantitativa descendente (down
regulation) o de la ascendente (up regulation) de las
vías de neurotransmisión.
Son variados los sistemas de “pantallas protectoras”
que utiliza el sistema nervioso, para protegerse de
las sobrecargas de los estímulos generados desde
el exterior a la neurona (ya sea provenientes del medio
exterior o del interior al organismo): membrana citoplasmática;
proteína G; receptores intracelulares; neuromoduladores;
canales iónicos de sodio, potasio, calcio, etc.
La neurona tiene un potencial de reposo de alrededor
de -70 mv. Este pequeño potencial es permanente
y nunca se llega al cero.
La transmisión energética de la máquina
neuronal es descripta actualmente a través del
concepto de descargas cuantitativas realizadas mediante
los neurotransmisores.
Freud intentó explicar las diferencias de circulación
energética en relación a la clasificación
neuronal (Ø, y). Ésta quedaba determinada
por una función particular y no por una estructura
específica de la neurona. Desde la neurobiología
molecular, si bien existe una tipificación neuronal,
la misma no está relacionada con el carácter
pasadero e impasadero de la neurona.
La clasificación freudiana puede interpretarse
hoy, en relación a la cualidad y velocidad de
la neurotransmisión. Son los neurotransmisores
(primeros mensajeros) los que facilitan o impiden la
posibilidad de cambios internos determinando las modificaciones
neuronales, que se producen como efecto del pasaje de
ciertas sustancias químicas.
Para mantener las modificaciones de forma permanente
a través del tiempo, es necesario que la información
de esos primeros mensajeros se transmita a estructuras
básicas (ARN mensajero). De esta manera el mensaje
original puede fijarse en el núcleo, donde codifica
al ADN genético, y quedar en la memoria celular,
para poder reproducir ese esquema primario.
La moderna neruobiología interpreta este proceso
en lo que denomina neuroplasticidad. Es la capacidad
de la neurona de inducir cambios internos, que la llevarían
a un proceso de neuroadaptación y neuromodulación,
a través del cual, podría cambiar o reaprender
el tipo de respuesta que brindaría al medio.
Para poder efectuar estos cambios (“alteración
neuronal”) es necesario que exista una energía
capaz de llevarlos a cabo, disponible de forma constante
en el sistema nervioso central.
Para Freud, en la época que redactó el
Proyecto, la energía era metabólica u
hormonal. Ella podía actuar a través de
sustancias químicas, sin intervención
de las estructuras centrales.
Hoy se conoce, que aún las hormonas sexuales
son excretadas por sus órganos periféricos
estimulados a través de “hormonas liberadoras”,
que por vía sanguínea les llegan desde
estructuras cerebrales centrales.
Estas estructuras hipotálamo- hipofisarias, están
intimamente ligadas al sistema límbico (centro
emocional por excelencia) y éste, a su vez, está
interconectado con la corteza frontal cerebral.
Los fisiólogos Bernard (1878) y Cannon (1929),
establecieron el principio de “constancia biológica”
(homeostasis). El organismo humano debía contar
con centros especializados para que las percepciones,
ya sean del interior o del exterior al organismo, no
alterasen la estructura del soma.
En 1937, Papez describió el sistema límbico
(del latín, limbus, borde), ubicado alrededor
de la corteza cerebral. A estas vías cortico-límbicas
interconectadas, que trabajan de manera conjunta, se
las ha responsabilizado de ser una red neuronal de las
experiencias emocionales (Cuadro 2).
Cuadro
2: Sistema límbico |

|
Sobre la base de estudios realizados en accidentes y
traumatismos cerebrovasculares, se postula que los cerebros
serían dos, pero intimamente conectados. El derecho
sería dominante para el procesamiento de las
emociones y percepciones (ver más adelante el
concepto de conciencia originaria), y el izquierdo para
el uso de la razón y la lingüística.
Se ha comprobado que las primitivas estructuras límbicas
son imprescindibles para la constitución de la
memoria.
Freud integró los mecanismos de emocionabilidad
y memoria. Esta última se constituye como efecto
de la modificación (alteración neuronal)
que produce el pasaje de energía a través
de las neuronas y.
El sistema impasadero tiene particulares recursos para
evitar el incremento de excitación. Por un lado,
retiene energía que es necesaria para realizar
la “acción específica”. Por
otro, logra la disminución cuantitativa a través
de la complicación. Es decir, inviste en y a
varias neuronas, en vez de transmitirla a una sola,
con lo cual logra que la excitación se distribuya
por mayor cantidad de canales, rebajando su volumen.
Por lo tanto, la alteración neuronal (memoria),
frena la circulación cuantitativa a través
de la complejización. Empujado por el apremio
de la vida, se hace necesaria la multiplicación
de neuronas impasaderas.
La clasificación neuronal ya mencionada, está
determinada también por otro factor y éste
corresponde a las cantidades con las cuales, cada uno
de estos sistemas debe enfrentarse.
Las neuronas pasaderas (Δ) sólo de entraman
con la periferia externa, donde las cantidades son más
elevadas. Tienen, por lo tanto, la tarea de descargar
lo más rapidamente posible esa excitación.
Pero en este sistema, la tendencia a mantener la cantidad
en cero, actúa ya a nivel de la recepción
del estímulo. Freud describe “aparatos
nerviosos terminales”, que tienen como función
la de poner un dique a los estímulos externos.
De esta manera, se reduce la cantidad que llega a Δ.
El sistema impasadero (y) recibe cantidades de las neuronas
Δ, por un lado, y por el otro, de los elementos
celulares situados en el interior del cuerpo. Freud
resalta que estas últimas son de un orden de
magnitud inferior. Por lo tanto, parecería innecesario
a este nivel, una pantalla que opere como freno para
las cantidades.
La clínica demostrará que la ausencia
de protección para los estímulos endógenos,
provocará consecuencias nefastas a nivel de la
constitución del aparato psíquico.
Freud ubica al dolor como efecto del fracaso de estos
dispositivos protectores. El dolor implica la irrupción
de grande cantidades hacia y. Estas neuronas se transforman
en pasaderas, como consecuencia del importante incremento
excitatorio.
Estas diferentes formas de transmisión cuantitativa,
pueden interpretarse en la actualidad, como fenómenos
funcionales neuroquímicos.
LA TRANSFORMACIÓN DE LA CANTIDAD EN
CUALIDAD.
Los estímulos pulsionales plantean al sistema
nervioso, exigencias mucho más elevadas que los
estímulos externos. Lo obligan a actividades
complejas y por ello se constituyen en “los genuinos
motores de los progresos que han elevado al sistema
nervioso (cuya productividad es infinita), a su actual
nivel de desarrollo”(6).
La fuente de la pulsión, constituye uno de los
elementos que la caracteriza. Freud la define como …
“aquel proceso somático, interior a un
órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo
es representado en la vida anímica por la pulsión.
No se sabe si este proceso es por regla general de naturaleza
química…El estudio de las fuentes pulsionales
ya no compete a la psicología; aunque para la
pulsión, lo absolutamente decisivo es su origen
en la fuente somática, dentro de la vida anímica
no nos es conocida de otro modo que por sus metas”(6).
“La pulsión nos aparece como un concepto
fronterizo entre lo anímico y lo somático”…Esta
última vertiente es sólo materia prima
(por cierto indispensable), que deberá atravesar
las vicisitudes de una transformación, cristalizada
en una doble delegación. Por un lado, el circuito
somático, que encuentra en lo pulsional, un orden
de modificación cualitativa. A su vez lo pulsional,
se inscribe en su doble vertiente: afectiva-sensorial
(conciencia originaria) y representacional (huellas
que funcionan de acuerdo al proceso primario:condensación
y desplazamiento).
El tránsito de lo neuronal-químico a lo
pulsional, marca el sendero hacia la constitución
de la subjetividad.
Freud introduce un postulado: la existencia de la conciencia
originaria.
Maldavsky, siguiendo a Freud, rescata y ubica este concepto,
distinguiéndolo del de conciencia psíquica.
Dice:… “Para Freud existen dos tipos de
conciencia. La primera es practicamente un derivado
de la percepción, un efecto de la organización
del sistema nervioso. La segunda surge como consecuencia
de la activación de ciertas huellas mnémicas
o del esfuerzo por expresar un pensamiento” (3).
Mientras la conciencia sensorial es originaria, la psíquica
se desarrolla con posterioridad.
Esta conciencia originaria nos da lo que se llama cualidades,
“sensaciones que son algo otro, dentro de una
gran diversidad”. Adscripto a un tercer tipo de
neuronas, omega (w), sus estados de excitación,
dan por resultado el primer orden de cualificación.
Adscribe a la conciencia dos tipos de contenido: el
primero corresponde a los afectos y el segundo, a las
series de cualidades sensibles (percepción).
Por lo tanto, para la conciencia primaria existen dos
exteriores:los procesos somáticos y el mundo
exterior al cuerpo.
El nacimiento de los afectos, como primer contenido
de la conciencia originaria, implica una salida del
principio de inercia. Según Maldavsky …
“el afecto se convierte en representante psíquico
de la pulsión, no el único, pero sí
el primordial, el inicial”…(7).
… “Sólo si del ensamble entre lo
pulsional y lo neuronal surge la conciencia (como lugar
en el que se captan cualidades) nos hallamos ante el
conjunto que corresponde al desarrollo subjetivo, porque
sin esta conciencia originaria, no se desarrolla ni
la vida afectiva ni la representacional”…(8).
La transformación del orden cuantitativo en cualitativo,
es decir, el pasaje de neuronas y cantidades al plano
de los afectos, es la consecuencia de varios procesos.
Entre ellos el que se destaca y adquiere una capital
importancia, es el contexto y el vínculo primario
madre-hijo. Matriz primordial de la constitución
del sentimiento de sí, que es consecuencia del
nacimiento del afecto.
La presencia de un interlocutor empático, que
pueda recibir las proyecciones cuantitativas del bebé,
darles un soporte cualitativo y esté en condiciones
de hacer una devolución invertida de las mismas,
se torna indispensable para la creación de la
convicción respecto de la propia existencia.
Una disminución del orden cuantitativo, también
es necesaria para la constitución de la serie
de las cualidades sensibles (percepción, segundo
contenido de conciencia). Esta disminución no
se produce por descarga sino por complejización.
El aparato intenta un dominio sobre lo traumático
(es decir, sobre los incrementos excitatorios), a través
de ligaduras. Estas son las que inhiben la descarga
a cero.
Con relación a la neurotransmisión siempre
existe un pequeño potencial bioeléctrico
permanente de pasaje. Es decir, en la medida que el
sistema se constituye se genera una regulación,
que frena el vaciamiento energético del aparato.
Se manifiesta, entonces, un proceso de neutralización
permanente del principio de inercia, a través
de los “adecuado aportes libidinales maternos”.
Esta adecuación implica un ritmo: el de una presencia
materna, que ofrezca aquello necesario, en el momento
del incremento de la tensión y, una ausencia
posterior, una vez lograda la cancelación del
estímulo.
Esta dinámica podrá cristalizarse, si
quien ejerce la función materna tiene sus propios
criterios cualificados, en “la medida de lo posible”.
Lo cuantitativo es motor a lo largo de la vida: la transformación
en cualitativo se constituye en un esfuerzo de trabajo
para el aparato psíquico. Esta continua exigencia,
lleva a un proceso permanente de cualificación
intrapsíquica.
La necesariedad de ligaduras psíquicas, se asemeja
a la necesidad del aparato neuronal de crear continuamente
nuevas intersinapsis, que permitan una mayor comunicación.
Esta matriz de redes neuronales es “guiada”
por la codificación de proteínas específicas
que permiten la maduración celular. Las redes
son las encargadas, a través de los neurotransmisores
excitatorios o inhibitorios, de canalizar el flujo de
información. Este flujo cuantitativo permite
una “cualificación virtual”, sostenida
por la red interneuronal. Cuanto más entramada
sea la red, mayores serán las posibilidades de
ligar nuevos estímulos, tanto en el orden de
lo endógeno como de lo exógeno. El molde
inicial cualificatorio es determinante para el futuro
proceso.
La neuronas y son retenedoras de cantidad y alterables
por el decurso de la excitación. Esta alteración
constituye la memoria, que implica inscripciones en
el inconsciente, que hacen tope a la circulación
cuantitativa.
En 1896, Freud transita el camino desde el concepto
de neurona al de representación. El modelo neurobiológico
se transforma en psicológico.
En la carta 52 (9) describe los distintos niveles de
inscripción psíquica: P (percepciones);
Ps (signos de percepción); Ic (signos inconscientes)
y Prc (preconciencia). El signo inconsciente (Ic) es
una estructura con cierta estabilidad (10), que se constituye
como consecuencia de la ligadura de signos de percepción.
Estos últimos son imágenes provenientes
de distintos canales perceptivos: cenestésicos,
visuales, olfatorios y auditivos. La ligadura está
a cargo de la libido.
Sobre la compleja red representacional que se forma,
operan los mecanismos de condensación y desplazamiento
(proceso primario). Si bien se pone en juego una energía
libre, se trata de una energía no caótica,
que ya no opera de acuerdo al principio de inercia.
La cantidad circulante ha encontrado una nueva cualificación,
a partir de la representación que opera como
límite. Los remanentes excitatorios, no cualificados,
serán el motor para sucesivas y futuras complejizaciones.
Para Freud la localidad psíquica implica espacios
virtuales, en los que no se sitúa ningún
componente material del aparato. Las diferentes redes
neuronales sostienen el despliegue de hologramas no
aprehensibles y superpuestos.
Desde el nacimiento, la vida es trauma. Desde su primer
asomo al mundo, el niño deberá hacer un
trabajo de dominio permanente sobre las cantidades hipertróficas
que lo asedian. Esta titánica tarea, deberá
ser llevada a cabo por un ser que surge a su existencia
con un orden de indefensión no comparable con
ninguna especie.
Es a nivel de esta indefensión donde la función
materna adquiere su auténtica dimensión.
Ella es matriz de transformaciones, tanto en al ámbito
biológico como psíquico. Desde la conciencia
originaria, como núcleo de los afectos y de la
sensorialidad, hasta llegar a los niveles más
complejos de inscripción representacional, el
contexto constituye el ingrediente esencial para la
cualificación
CARACTERES DEL VÍNCULO PRIMARIO
La captación por parte del bebé, remite
a la atmósfera afectiva que ofrece el contexto.
Este se constituye como efecto de variados elementos.
Entre ellos, la tramitación cualitativa de los
procesos cuantitativos maternos, ocupa un lugar central.
“Spitz define las categorías que engloban
a los signos y señales recibidos por el niño
durante los primeros meses de vida: equilibrio, tensiones
(musculares y de otra índole), posturas, temperatura,
vibraciones, contactos, ritmos, gama tonal, etc.”
“Spitz piensa también que la madre recupera,
durante el embarazo y el período que le sigue
(sin duda a raíz de la modificaciones hormonales,
que demandan una redistribución de las catexias
libidinales) una acuidad perceptual cenéstica
que, por lo general, no tiene. De este modo, la mujer
que amamanta a su bebé y que recobra una vivencia
nueva a través de la lactancia, percibirá
señales que se nos escapan”(11).
Estos autores señalan que las informaciones emitidas
y recibidas en estos momentos tempranos de la vida,
entre los miembros de la díada, están
situadas en el plano neurofisiológico. El niño
es receptor de aquellos aspectos vinculados a la regulación
de los procesos de alteración interna de este
otro primordial. Es en este nivel donde se produce la
“transmisión neurofisiológica”.
Base biológica, que en el mejor de los casos,
quedará como resto perdido en la organización
materna. Remanente cuantitativo, que cae de lo económico
y que en su dimensión e intensidad, determinará
su poder en la transmisión diádica.
Si en la madre hay predominio de los mecanismos de alteración
interna, el bebé se constituye en receptáculo
de descargas absolutas o relativas, que pueden ubicarlo
como continuador en sí mismo de los aspectos
no tramitados, o como compensador en el otro de estos
elementos faltantes. En ambos casos, las consecuencias
en la estructuración del aparato psíquico
del bebé serán nefastas.
Por el contrario, el proceso de complejización
psíquica materna y su sostenimiento, funcionan
como garantía de no toxicidad para el bebé.
La cualificación actúa sobre la regulación
neuronal materna, reduciendo los procesos cuantitativos
a su mínima expresión. Es entonces este
equilibro el que el bebé capta y el que garantiza
su propia cualificación.
Cuadro
3 |

|
“Una de las nociones básicas de nuestro
trabajo es esta: el recién nacido no puede regular
una parte de los múltiples estímulos que
recibe, y su madre debe comportarse como regulador para
que aquel alcance la homeostasis”. (11)
Desde la neurobiología los estímulos agudos,
pero de corto plazo, tienden a producir modificaciones
de carácter cuantitativo. Es decir, podrán
aumentar o disminuir la densidad de los receptores y
actuar sobre la memoria de corto plazo.
Los estímulos de largo plazo, tienden a producir
cambios estructurales ya que modifican el código
de transcripción genética.
La memoria, que está sostenida por las redes
neuronales del neocórtex, necesita para consolidarse
la intervención de las estructuras límbicas
(sensorio-emocionales). Este efecto de consolidación
se lleva a cabo en el tiempo, por medio de la información
que el neocórtex toma de las vías córtico-
límbicas.
Existen determinados mecanismos de neuroaprendizaje
que pueden facilitar o perturbar la constitución
de la función mnémica.
Uno de ellos es la potenciación de largo plazo
(LTP) que es muy importante para la fijación
de los engramas mnésicos.
Cuando este mecanismo no funciona ritmicamente sino
en forma acelerada, produce un gran aumento de respuestas
postsinápticas, luego de estimulaciones presinápticas
continuas, sostenidas, breves y de altísima frecuencia.
Si se produce una estimulación sostenida y breve,
menor a un segundo, pero de frecuencia elevada, fracasa
el almacenamiento mnémico.
Para representar este nivel de intensidad se la podría
equiparar al funcionamiento de un motor de 6000 revoluciones
por minuto, pero en el término de un segundo.
Esta forma de “conservación” de la
información a tan elevada presión, no
puede mantenerse.
Desde la clasificación neuronal freudiana este
proceso remite a la imposibilidad de constitución
de neuronas impasaderas (y). En la medida en que todo
el sistema se torna pasadero (Δ), el circuito representacional
(memoria) no se estructura, y por lo tanto, no hay tope
para la circulación cuantitativa. Sigue predominando
el principio de inercia.
El kindling (traducido como encendido) es otro de los
mecanismos conocidos de neuroaprendizaje, siendo otra
forma de actividad córtico- límbica. Se
la puede producir en animales de experimentación
con reforzamientos eléctricos, continuos y subliminales,
que no causan convulsiones, hasta que la permanente
repetición de los mismos, provoca en el animal
una descarga convulsiva. A partir de aquí, aquel
estímulo subliminal que no desencadenaba la convulsión
es suficiente para producirla.
A diferencia del LTP, el kindling se produce con períodos
de reposo entre los estímulos y una vez que se
ha establecido, tiende a permanecer. Se focaliza en
las áreas límbicas y en particular en
la amígdala.
El kindling puede desencadenarse por estímulos
químicos (alcohol, anfetaminas) y psíquicos
(caracteres del vínculo primario).
Como en la epilepsia, en que cada neurona que puede
descargarse electricamente “recluta” a otras
para que “aprendan” a descargarse de igual
manera, en el kindling sucede un fenómeno similar:
descargas emocionales mínimas de algunas neuronas,
en un comienzo, son luego propagadas a otras áreas,
para producir descargas de mayor masividad e intensidad.
A partir de los estudios realizados en relación
al paciente psicosomático adulto, se llegó
a una caracterización particular de su procesamiento
psíquico. Más allá de las divergencias,
en algunos casos importantes, entre autores, existe
un denominador común: la seria dificultad y aún
la imposibilidad en los trastornos tóxicos de
tramitación simbólica.
Para el esquema freudiano esto significa: fallas a nivel
de la constitución de la conciencia originaria
(en relación a las neoformaciones que son los
afectos (7), como primera cualidad) y consecuentemente
el fracaso en la instauración de los sistemas
representacionales inconscientes.
“El paciente psicosomático adulto es, en
cuanto al manejo del simbolismo inconsciente, un inválido,
porque sus medios de integración son deficientes…
El bebé cuyo psiquismo es embrionario, sería
automaticamente un enfermo psicosomático, dada
su incapacidad evidente de integrar en un nivel psicológico
los estados de tensión a los que está
sometido”…(11)
La madre ocupa aquí el lugar de pantalla protectora
y, al mismo tiempo, es quien “presta” su
aparato psíquico para la tramitación de
las excitaciones.
Este “préstamo” pondrá en
juego la particular estructuración subjetiva
que la madre porta, creando efectos tanto en la posibilidad
cualificatoria de su hijo, como en la única e
irrepetible configuración que adquieran los procesos
que se cualifiquen.
La función materna cualificante trabaja a través
del aporte de diferencias con afinidad para poder neutralizar
a la pulsión de muerte. Al mismo tiempo deberá
desplegar una posición apaciguante para propiciar
la tramitación.
Este delicado equilibrio se rompe con facilidad, cuando
se erige un intenso incremento estimulatorio imposible
de procesar. Cuando esta diferencia es absoluta , no
respeta los ritmos biológicos del bebé
y funciona como excitación arrasadora que rompe
o imposibilita la constitución de la barrera
antiestímulo.
Por el contrario, si la madre, como mediatizadora de
excitaciones externas, se ubica como estímulo
indiferente, facilita la aparición de los contenidos
cualitativos de su hijo.
Pero el circuito de estimulación externa, se
constituye, tan sólo como ejemplo y efecto de
otro más profundo, que tiene sus raíces
en la subjetividad materna.
La acción específica se instala sobre
el mecanismo de alteración interna (acciones
autónomas) y lo modifica. Se produce una transformación
del principio de inercia al de constancia. Este último
operará, incluso, sobre aquellos mecanismos que
tienen autorregulación biológica a lo
largo de toda la vida (actividad respiratoria, cardíaca,
hormonal, etc.).
Desde el origen , la estructuración psíquica
materna, operará “intentando” evitar
el retorno a cero. Este “intento” tiene
su raíz en la propia estructura somática
y psíquica de la madre.
Es a nivel neurofisiológico donde se produce
la comunicación en la díada. La placenta
se constituye en un primer doble, que es más
económico que representacional (12), ya que nos
encontramos en los primeros momentos de la vida, cuando
la futura estructura psíquica se plantea sólo
como esquema lógico potencial. Con este doble
se materializa una fusión de tipo físico
y químico. Este doble se caracteriza por sus
funciones “protectoras, tróficas y desintoxicantes”(12).
Para que esta fusión química se constituya
en anclaje adecuado de la futura organización
afectiva y representacional, deberá hacer que
lo tóxico se transforme en trófico.(12)
La madre, ubicada en el lugar de quien aporta estímulos
adecuados, de quien inviste libidinalmente los procesos
neuronales, acorde al ritmo de su bebé, genera
diferencias capaces de ser tramitadas. Esta regulación,
produce una neurontransmisión química
modulada y acorde a fines, que propicia el engendramiento
pulsional.
Por el contrario, si esta situación se invierte,
es el hijo quien queda ubicado en el lugar donde la
madre drena lo tóxico. En tal caso, se hace imposible
la captación con conciencia de los propios estados
y la percepción del bebé se ubica sólo
a nivel de los ritmos intracorporales ajenos.
Esta toxicidad produce fallas a nivel de la neurotransmisión,
tratornos en el sistema nervioso autónomo, en
el eje hipotálamo-hipófiso-suprarrenal,
etc. La llamada “ventana neuroendócrina
del cerebro”, se basa en la confirmación
de que la secreción de hormonas por las glándulas
periféricas, es controlada por las hormonas tróficas
de la hipófisis, y a su vez éstas son
estimuladas o inhibidas por la secreción de hormonas
liberadoras o inhibidoras producidas en el hipotálamo.
Estos factores de liberación o inhibición
son regulados por neurotransmisores.
El exceso de estímulos sin afinidad, o por el
contrario la ausencia de diferencias, generan un mecanismo
de perpetuación tóxico- químico,
que imposibilita o dificulta la paulatina complejización
psíquica.
Sin llegar al extremo de que este proceso se torne absolutamente
hegemónico como ocurre en los tratornos tóxicos
(adicciones, afecciones psicosomáticas, epilepsias),
existen determinadas patologías, en las cuales
el núcleo tóxico permanece como telón
de fondo aunque las mismas hubieran logrado ciertos
niveles de cualificación.
Estas últimas se caracterizan por diferentes
grados y tipos de toxicidad, a nivel del aparato neuronal.
Contienen fallas relativas en la constitución
de los órdenes cualificatorios, y ellas obligan
al sistema a permanecer en circuitos donde predominan
neuronas y cantidades.
En estos casos, la transmisión neuronal no se
halla regulada (o lo está muy precariamente)
por el procesamiento psíquico, y por lo tanto
se ponen en juego conducciones nerviosas inhibitorias
o excitatorias. Sobre ellas, el lábil aparato,
intentará desarrollar niveles de tramitación
como le sea posible.
No se trata aquí de una descarga corporal directa,
como ocurriría con cualquier patología
orgánica, sino de un orden de exceso o de carencia
a nivel del aparato neuronal. En estos casos, las transmisiones
químicas se encuentran alteradas, en la medida
en que no reciben modulación psíquica.
En el otro extremo, la neurosis hace gala de su predominio
cualitativo, calla al cuerpo en su realidad material
y biológica, manteniendo en silencio el proceso
de neurotransmisión.
En función de lo descripto: ¿hasta dónde
puede considerarse a la subjetividad materna o a su
falla, factor coadyuvante en relación a los estímulos
de largo plazo, capaces de producir cambios en la neurotransmisión
o incluso modificaciones a nivel estructural?.
¿Podría evaluarse a los caracteres de
la relación temprana madre-hijo, como determinantes
en la estructuración de las funciones pasaderas
e impasaderas de las neuronas?.
Quizás podamos acercarnos a una respuesta, a
partir del concepto de series complementarias freudianas.
La disposición innata constituye uno de los elementos
de la ecuación etiológica de la neurosis.
Fue unicamente en este factor donde la biología
se ancló, durante mucho tiempo para explicar
las enfermedades psiquiátricas.
Actualmente se sabe que la neurotransmisión sináptica
influye sobre los genes. A su vez, los genes (a través
del ADN) pueden cambiar las señales de comunicación,
o el ritmo de las mismas (excitación o depresión
neuronal), al poder influir sobre el funcionamiento
de los neurotransmisores.
Los genes son influenciables por el medio. Una parte
de su molécula está destinada a codificar
determinadas proteínas. Ellas serán las
encargadas de producir el adecuado funcionamiento de
los circuitos cerebrales, que son el sustrato de los
procesamientos psíquicos.
La neurobilogía molecular incluye determinadas
situaciones vitales, a las que llama factores estresores,
como determinantes de efectos biológicos, tan
importantes como los que puede producir un gen anormal.
En presencia de este último pueden ocurrir dos
alternativas:
1) que determinadas personalidades funcionen como filtro
de estos factores estresantes, pudiendo mitigar y desafiar
al código genético.
2) Otras, que operando como una lupa, aceleren o acrecienten
los daños potenciales de los eventos vitales,
los que actuarán sobre el gen, aumentando su
capacidad para contraer la enfermedad.
Por lo tanto, también para la neurobiología
existe una determinada ecuación etiológica:
la modulación del sistema neuroquímico
es efecto de la complementariedad entre factores innatos
(herencia) y vivencias infantiles.
Se cumple aquí, tal como Freud lo desarrolló
en su concepto de series complementarias, y los modelos
de la moderna neurobiología lo confirman, un
ordenamiento en una serie, dentro de la cual estos dos
factores se presentan de tal modo, que uno aumenta cuando
el otro disminuye.
Los factores estresores ( que se vinculan a los caracteres
del vínculo primario), ocupan un lugar de privilegio
respecto de la influencia que ejercen sobre el factor
constitucional.
La placenta, como primer doble, remite a la regulación
y transmisión química en la díada
madre-hijo. Esta comunicación biológica
se hace a través de la síntesis y metabolización
de los neurotransmisores. Si aquí se presentan
alteraciones, ellas son efecto de fallas en la organización
rítmica de la transmisión química
cerebral en esta díada.
Estas fallas primordiales constituídas como núcleo
tóxico, harán su aparición en diferentes
manifestaciones clínicas. Desde descargas netamente
corporales, hasta la franja constituída por los
trastornos narcisistas.
La adecuada modulación en el sistema neuroquímico,
es base y soporte de los procesos que permitirán
que las leyes que determinan la estructuración
de los diferentes niveles de organización psíquica,
puedan cumplirse.
Si en la función materna se presentan dificultades
para procesar sus propios estímulos endógenos,
el efecto de esta situación será un estado
de extrema excitabilidad química y psíquica.
Este incremento estimulante desencadenará en
el bebé una hiperexcitación, una alteración
neuroquímica particular (núcleo tóxico
específico).
La excitotoxicidad neuronal es el efecto de una elevadísima
estimulación, que puede llevar a la muerte neuronal.
La exagerada presencia de ciertos iones y aminoácidos
(ácido glutámico y calcio), determinan
que estas neuronas sean “excitadas para morir”.
En el otro extremo, la ausencia de estímulos
(madre psíquicamente muerta), promueve un núcleo
tóxico vinculado a la inercia. Una neurona puede
morir por falta de estímulos, ya que no están
presentes las sustancias promotoras de su crecimiento
(factor de crecimiento neuronal).
La falla genética, sumada a la patología
a nivel del doble placentario, es un obstáculo
para la creación de un sistema químico
compatible con el proceso de subjetivación.
Esta ecuación etiológica determina la
necesariedad de un abordaje interdisciplinario. El mismo
es efecto de la articulación de los desarrollos
freudianos y de los conceptos actuales de la neurobiología.
Desde esta perspectiva, la fundamentación teórica
y el abordaje clínico, se ubican por fuera del
antiguo circuito de controversias entre psiquiatría
y psicoanálisis.
¿Cómo abordar aquellos casos en que los
trastornos y fallas de las regulaciones neuroquímicas
han impedido que exista un suelo fértil, sobre
el que se puedan sembrar las semillas de la subjetividad?.
El objetivo del tratamiento psicofarmacológico
es la regulación de los ritmos neuroquímicos,
prospiciando que el núcleo tóxico pueda
ser reducido a su mínima expresión. De
esta manera, se crea un espacio facilitador para la
conquista de las dimensiones afectivas, sensoriales
y representacionales, en el curso del proceso psicoterapéutico.
La aspiración de este último se desliza
por el esquema del deseo (neurosis). Lamentablemente,
la experiencia cotidiana muestra, que no todos los que
sufren se ubican dentro del mismo.
Las psicopatologías que caen fuera de este circuito,
promueven interrogantes sobre las vicisitudes particulares
que, en cada caso, produjeron trastornos que impidieron,
que el deseo se constituyera como causa y como anhelo.
BIBILIOGRAFÍA
(1) Freud, S.: Proyecto de psicología, Bs.As.,
Amorrortu, Tomo I, 1986.
(2) Freud, S.: La interpretación de los sueños,
Bs.As., Amorrortu, Tomo V, 1986.
(3) Maldavsky, D.: Estructuras narcisistas. Constitución
y transformaciones, Bs.As., Amorrortu, 1988.
(4) Moizeszowicz, J.: Psicofarmacología Psicodinámica
IV. Estrategias terapéuticas y psiconeurobiológicas,
Bs.As., Paidós, 1998.
(5) Freud S.: Conferencia 16. Psicoanálisis y
Psiquiatría, Bs.As., Amorrortu, Tomo XVI, 1984.
(6) Freud S.: Pulsiones y destinos de pulsión,
Bs.As., Amorrortu, Tomo XIV, 1993.
(7) Maldavsky, D.: Teoría y clínica de
los porcesos tóxicos. Adicciones, afecciones
psicosomáticas, epilepsias; Bs.As., Amorrortu,
1992.
(8) Maldavsky, D.: Sobre las ciencias de la subjetividad.
Exploraciones y conjeturas, Bs.As., Nueva Visión,
1997.
(9) Freud, S.: “Carta 52”. Fragmento de
la correspondencia con Fliess, Bs.As., Amorrortu, Tomo
I, 1986.
(10) Maldavsky, D.: Teoría de las represenatciones,
Bs.As., Nueva Visión, 1976.
(11) Kreisler, L; Fain, M, Soulé, M.: El niño
y su cuerpo. Estudios sobre la clínica psicosomática
de la infancia, Bs.As.,Amorrortu, 1977.
(12) Maldavsky, D.: Pesadillas en vigilia. Sobre neurosis
tóxicas y traumáticas; Bs.As., Amorrortu,
1995. |