Aciertos,
dificultades y problemas de la práctica clínica
y de la teoría
Julio Moizeszowicz
Es común en proceso psicoterapéutico indicar
una medicación psicofarmacológica como
último recurso. Durante el desarrollo de la misma,
en general, el psicoterapeuta “se desentiende”
del azar y avatar de quien administra y de quien lo
recibe, tratando de no involucrarse y de conservar una
falsa asepsia psicoterapéutica.
De la misma manera que la Medicina “se desentendió”
de la Psiquiatría y de la Psicología durante
siglos, hoy se corre el peligro inverso de que ambas
disciplinas hagan caso omiso de conceptos médicos
de investigación y tratamiento, recurriendo en
forma unilateral, a la curación por la palabra,
sin evaluar que muchas veces con ella no basta.
La Psiquiatría trató de ajustarse a un
modelo médico clásico, a la espera de
que, con los nuevos descubrimientos (al igual que en
la Microbiología o en la Patología, por
ejemplo) la consideraran como un par más dentro
de la familia de las Ciencias Médicas. Esta lucha
infructuosa comenzó con la aceptación
de los falsos postulados.
El primero no fue no querer reconocer, que por definición
la Psiquiatría y la Psicología investigan
fenómenos que nosotros mismos generamos, a través
de nuestro aparato psíquico.
El segundo fue creer que el modelo médico cumple
rigurosamente con los cuatro clásicos postulados,
por los cuales se afirmaba la existencia de una enfermedad.
1. Posee etiología específica.
2. Existe una discontinuidad con la normalidad.
3. Presenta cambios físicos demostrables.
4. Comenzada la noxa interna, la misma no es modificable
por influencias ambientales externas.
En la actualidad se reconoce que factores emocionales
pueden desencadenar el aumento de neurotransmisores
cerebrales (como por ejemplo de noradrenalina en el
caso de la hipertensión o de acetilcolina en
el caso de la acidez gástrica), sin poder afirmar
que ello significa una clara patología orgánica.
Desde el Proyecto, Freud enfatiza el concepto de una
magnitud de excitación que se desplaza a lo largo
de cadenas neuronales. Su descripción económica
constituye uno de los pilares, que más tarde,
unida a la orientación tópica y dinámica
estructurarán la metapsicología.
La hipótesis es de un aparato que aparece neuronal,
en el Proyecto; que se transforma en Aparato Psíquico,
en la Interpretación de los Sueños, y
el mismo tiende a mantener lo más bajo posible
su nivel de energía. Así se describe el
Principio de Constancia.
En la medida que el Aparato recibe excitaciones de origen
externo e interno se halla sometido a una exigencia
de trabajo, que implica el pasaje de la cantidad a la
cualidad. Es decir, una tendencia permanente a liberarse
de excedentes de tensión. Se cumple aquí
el Principio de Constancia.
El paradigma de la invasión cuantitativa es el
trauma. Dice Freud, en Introducción al Psicoanálisis,
“... lo utilizamos para designar aquellos sucesos
que, aportando a la vida psíquica, en brevísimos
instantes un enorme incremento de energía, hacen
posible la supresión o asimilación de
la misma por los medios normales y provocan, de ese
modo, duraderas perturbaciones del aprovechamiento de
la energía...”.
Es necesario agregar a la invasión cuantitativa,
la incapacidad del sujeto de responder a la misma adecuadamente.
Esta adecuación se halla vinculada a la capacidad
de controlar y elaborar psíquicamente esa excitación.
No debemos olvidar que es en los primeros momentos de
la vida, donde esta incapacidad es más evidente,
dado que el aparato psíquico aún no está
estructurado.
En el trauma falla el Principio de Constancia, ya que
el aparato es incapaz de descargar la excitación,
a través de ligaduras psíquicas.
Obviamente Freud no abandonó nunca su teoría
traumática. Se puede ver que en trabajos muy
posteriores, como Más allá del Principio
del Placer se refiere a ella. Es allí donde plantea
que un aflujo excesivo de excitación anula inmediatamente
el Principio de Placer obligando al Aparato Psíquico
a realizar una tarea más urgente: ligar las excitaciones
para posibilitar su descarga ulterior. El principio
de Placer, para poder actuar necesita que se cumplan
ciertas condiciones, que son anuladas por el traumatismo.
Sin embargo conocemos en la actualidad que el psicofármaco
puede producir efectos cualitativos sobre el Aparato,
a nivel molecular, que muy pronto se podrán demostrar.
Al entender su déficit, en la eficacia terapéutica
(ya sea en los tratamientos por la palabra o por las
terapias biológicas), deja la Psiquiatría
de ser una ciencia estática.
Surge entonces, la necesidad de alternativas terapéuticas,
a través de los tratamientos multidisciplinarios,
para poder así mejorar al paciente.
La psiquiatría comienza entonces a nutrirse del
Psicoanálisis (mayor comprensión de los
conflictos intrapsíquicos), de la Psicofarmacoterapia
(aceptación de la acción farmacológica
dentro del proceso psicoterapéutico), de la Etología,
de la Antropología, de la Neurofisiología,
de las Teorías del Aprendizaje, etc.
Hoy se conoce que la sinapsis está gobernada
por los neurotransmisores, que permiten a las células
nerviosas entrar en contacto unas con otras conservando
su individualidad y dejando ese espacio intersináptico
como sistema de comunicación y de transmisión
de la información.
En la actualidad existen métodos para investigar
la estructura nerviosa central como son la Resonancia
Magnética Nuclear, la Tomografía por Emisión
de Fotón Único, la Tomografía por
Emisión de Positrones; la neuroquímica
cerebral por el dosaje de neurotransmisores y la bioelectricidad
por medio del Mapeo Cerebral Computarizado los Potenciales
Evocados.
Se conoce que la Esquizofrenia y la Enfermedad Maníaco
Depresiva pueden ser exacerbadas o atenuadas por sustancias
químicas endógenas que son la Dimetiltriptamina,
las sustancias simil-benzodiacepínas las endorfinas
o por sustancias exógenas, adictivas o medicamentos.
También existen pruebas de ciertas relaciones
genéticas en la Esquizofrenia, en la Enfermedad
Maníaco-Depresiva y en los enfermos suicidas,
sociópatas y alcohólicos.
Estos adelantos permiten integrar una Psiquiatría
Descriptiva Fenoménica y una Psiquiatría
Dinámica o Psicoanalítica.
La primera permitió unificar síntomas
y poner acuerdo en la terminología de las enfermedades
mentales, dando lugar a clasificaciones sintomáticas
que beneficiaron el uso racional de los psicofármacos.
En cambio, la Psiquiatría con apuntalamiento
Psicoanalítico, nos advierte acerca del peligro
de las generalizaciones clasificatorias apresuradas
y nos invita a considerar al ser humano como único
e irrepetible. Es necesario, tener en cuenta ambas vertientes
y reconsiderar las dificultades que puede ocasionar
enrolarse exageradamente en un u otra postura.
La Psiquiatría Dinámica reconoce la existencia
de un sistema inconsciente y trabaja con los conflictos
entre las diferentes instancias. Quizás su nueva
apertura sería reconocer, que ello no excluye
la mejoría sintomática del enfermo a corto,
mediano o largo plazo.
El psicofármaco, puede ser aquí entendido,
como un objeto que puede actuar cuando la palabra, es
decir el orden de la cualidad y de las representaciones
desaparece, como consecuencia de la invasión
cuantitativa del Aparato.
La psicosis comporta un ataque de esta naturaleza. Cantidad
que no pudo ser cualificada oportunamente.
Si tomamos la experiencia de satisfacción (modelo
de constitución del Aparato Psíquico,
Interpretación de los sueños) como modelo
de transformación de cantidad en cualidad, se
puede ver que en la medida que esto no fue posible,
el Aparato se conformó fallidamente. Por lo tanto,
siempre estaría al acecho un ataque masivo cuantitativo
que el psicótico tratará de cualificar,
a través de sus mecanismos restitutivos. Esta
invasión de excitación, es generadora
de patología en la medida que desarticula y desorganiza
la lábil configuración yoica.
Es aquí donde el trauma (enorme incremento de
energía) sigue teniendo vigencia y el psicofármaco,
administrado a largo plazo, es necesario en forma combinada
con la psicoterapia.
En cambio en la neurosis, la idea de conflicto nos remite
a la presencia cualitativa. La represión primaria
ha constituido un Aparato Psíquico. Las representaciones
reprimidas buscarán un camino sustitutivo y se
generarán formaciones de compromiso con los síntomas
y los sueños.
La desestructuración y desintegración,
debido a esa gran invasión de energía
al Aparato Psíquico puede ser parciales como
en las neurosis o total como en las psicosis.
En el primer caso un intenso acceso de ansiedad o una
crisis de pánico, nos muestran la caída
momentánea del nivel representacional; en el
segundo, un brote esquizofrénico, indica la pérdida
total de la lábil constitución restitutiva
que le permitía al paciente “vivir”
hasta ese momento.
Es así que diferenciar el conflicto intrapsíquico
y no solamente el fenomenológico dará
un adecuado uso de la medicación psicofarmacológica.
Así por ejemplo, la mejoría producida
por los antidepresivos o por los anticonvulsivantes
en las crisis de pánico con fobia es muy notoria
frente a los escasos éxitos de la utilización
de las benzodiazepinas en la ansiedad generalizada o
en las ansiedades latentes crónicas.
Al mejorar el paciente de los síntomas de pánico
en forma rápida con la medicación, deberá
tenerse en cuenta el posible efecto negativo que se
podría llegar a producir sobre la psicoterapia,
si el terapeuta no diferenció estos conflictos
e indicó en forma tardía el tratamiento
psicofarmacológico.
El paciente, al sentirse aliviado de sus síntomas
y estar obligado a tomar la medicación en forma
profiláctica durante un año como mínimo,
generará hostilidad de maneras proyectivas sobre
el tratamiento y el psicoterapeuta.
El riesgo mayor lo constituye la triangularización
del conflicto frente a este “tercero”, representado
por la medicación o quien cumple la función
de administrarla, con la consiguiente hostilidad consciente
o inconsciente del terapeuta hacia el tratamiento farmacológico
y el peligro de abandono de los tratamientos por parte
del paciente.
Al no ser posible contener desde el Yo e integrar estas
cargas para todo el Self, es cuando se agota la palabra
y se hace necesario recurrir a los psicofármacos,
ya sea para disminuir la excitación (en casos
de psicofármacos antipsicóticos) o de
aumentarla (en caso de depresiones con psicofármacos
antidepresivos). En este último caso, la no-fusión
pulsional y por lo tanto el predominio de la pulsión
de muerte provoca que la pura cantidad se aloje a nivel
de una instancia: el Ideal del Yo que tortura y somete
al Yo.
También se deberá tener en cuenta la utilidad
de los psicofármacos en las fases profilácticas.
Conflictos muy dolorosos o regresivos del orden vital
(separaciones, duelos, pérdidas laborales, etc.)
pueden dar lugar a respuestas cuantitativas (que en
general la familia y el terapeuta conocen) y que es
recomendable prevenir con la administración profiláctica
de psicofármacos, para no provocar situaciones
de “brotes”, recaídas o accesos de
mayor gravedad.
Es conveniente buscar la forma de evitar las actitudes
mágicas referentes a los medicamentos. Las drogas
o hierbas, cuya acción farmacológica no
puede ser demostrada, cuentan desde un comienzo, con
una alianza enferma paciente-terapeuta del “principio
mágico de la curación”.
En general el psicoterapeuta que analiza la realidad
psíquica de su paciente, a través de la
transferencia o del inconsciente, no se encuentra en
un buen lugar para cuantificar la gravedad de las crisis
de la realidad que vive el enfermo.
Se tratará así, de establecer una sólida
base, con alianza científica, que permitirá
evitar caer en relaciones transferenciales de idolatría
o de hechicería si se tiene éxito, o denigratorias
si se fracasa.
Hablamos al principio de un “desentendimiento”
por parte del psicoterapeuta en relación a no
involucrarse con el tema de la medicación psicofarmacológica.
Más allá de la asepsia psicoterapéutica
es necesario evaluar las implicancias contratransferenciales
de las invasiones cuantitativas. En la medida en que
estos aspectos puedan ser tenidos en cuenta, el abordaje
psicoterapéutico y psicofarmacológico
podrían aunarse para el logro del objetivo que
es común a ambos.
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